Nuestro CEO escribe
- Luigi Lindley A.
- 5 nov 2020
- 4 Min. de lectura
PALABRA DE HOMBRE
Recuerdo de niño, cuando estábamos discutiendo algún tema propio de la edad y necesitábamos dejar constancia de nuestro compromiso, bastaba decir “palabra de hombre” para que nuestros amigos creyeran en lo que estábamos asumiendo frente a ellos.
Con el paso de los años, avanzando en mi desarrollo como profesional y como persona, me han tocado vivir diferentes situaciones, especialmente procesos de negociación en donde el “juramento de hombre”, si, ese de cuando era niño, era reemplazado por la firma de un documento para garantizar y ratificar los acuerdos finales. En el fondo me pregunto: ¿era eso una garantía de buena intención?
Recuerdo, en algún momento de mi vida, en una negociación con un hombre maduro, en ese entonces bastante mayor que yo, después de que logramos ponernos de acuerdo en los términos en los que iniciaríamos nuestra relación comercial, me miró a los ojos y me pidió que para cerrar el proceso le diera la mano; obviamente accedí, inicialmente lo tomé de forma muy ligera y le dije que le enviaría un documento firmado con los términos acordados para su firma; y él me respondió:
“No estamos haciendo negocios entre blancos? Me basta con tu palabra y el apretón de manos.”
Con la confianza que fuimos construyendo en el camino le pregunté en algún momento, más adelante, qué tan cierta era su manera de actuar ante estas situaciones y por qué lo del color, que a mi en algún momento me pareció de un tono racista. Con mucha tranquilidad me dijo que lo del color no se refiería a la piel si no a nuesto contenido interior, nuestro espíritu que a través de nuestra mirada, nuestros ojos reflejan lo que tenemos dentro, nuestras intenciones, nuestra manera de conducirnos, de forma general en la vida y en particular en los negocios.
En la época de los caballeros templarios,cuando dos de estos se enfrentaban tenían un saludo particular, se acercaban, se levantaban el yelmo, mostraban sus rostros y se miraban a los ojos, una señal total de transparencia y con ello de ausencia de temor, y al mismo tiempo, de respeto al adversario.
“En la actualidad, el término caballero se refiere a una persona que se comporta con distinción, nobleza y generosidad, que posee la virtud de la hidalguía y el honor. Es esa virtud la que hace de un hombre una persona honrada y circunspecta, alguien cuya urbanidad, compostura y templanza le obliga a que en todo momento se muestre servicial, atento y gentil, así como tan fuerte y honorable como para desautorizar y en su caso impedir cualquier bajeza, incorrección, grosería o ruindad.”
Yo siempre he pensado que los compromisos se deben firmar para detallar y asegurar lo que más adelante la memoria no pueda retener y especialmente para que cuando no estemos algunas de las partes firmantes, vinculadas al acuerdo, las que lo hereden puedan seguir garantizando su cumplimiento.
La Biblia nos presenta una enseñanza que puede iluminar todo esto que estamos exponiendo: …"Ustedes han oído lo que se dijo a sus antepasados: «No jurarás en falso, y cumplirás lo que has jurado al Señor». Pero yo les digo: ¡No juren! No juren por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey. Tampoco jures por tu propia cabeza, pues no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos. Digan SÍ cuando es SÍ, y NO cuando es NO; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio.” (Lucas 5, 33-37)
Como lo dice la Palabra del Señor, debería ser suficiente nuestra palabra para garantizar el cumplimiento de nuestros compromisos.
Para poder confiar verdaderamente en un hombre, le exijimos que nos de su palabra. En la pedagogía divina también vemos este esquema, Dios nos enseña dándonos su palabra: Jesucristo, la palabra de Dios encarnada.
El Padre Saturnino Osés, sacerdote jesuita, en su obra “Sed perfectos”, nos brinda un gran aporte sobre el tema a tratar. Veamos lo que nos dice:
“Nosotros reflejamos lo que somos a traves de la forma en la que actuamos, nuestro interior sale a la luz; Jesucristo dice que lo que da luz y resplandor a las obras es la intención; y así, si el fin e intención de la obra fuere buena, la obra será buena, y si mal, mala,y si el fin fuere alto y perfecto, la obra también lo será…
… Así como el agua clara resplandese el rostro de los que se miran en ella; así el varón prudente conoce los corazones de los hombres por la muestra de lo exterior que se ve en ellos. No hay espejo en que así se vea uno, como se ve la virtud y asiento interior en esto exterior. En el pestañar de los ojos se conoce quién es cada uno, dice el Sabio; la manera de vestir, de cubrirse, de reirse y de andar descubren luego lo que es. Miraos en este espejo . Procurad que todas vuestras acciones y movimientos vayan de tal manera ordenados que nadie se pueda ofender, sino edificar.“
Después de haber leído estas líneas nos toca ahora mirar nuestra vida con sinceridad y preguntarnos; cuántos de nosotros podríamos decir, desde lo profundo de nuestro espíritu, que cualquier persona recibiría sólo nuestra palabra, si nuestra “palabra de hombre”, sin necesidad de firmar algún documento, sólo confiando en lo que hemos construido, individualmente, como hombres creíbles y confiables, como caballeros. Pues, te digo que si es SI, no nos sintamos orgulloso, sólo estamos haciendo lo que debe ser; y si es NO, preparémonos para responder por nuestros actos cuando el Gran Jefe (Dios), sí, el de arriba, nos llame para juzgarnos según como hayamos obrado, ya que cada uno cosechará lo que sembró.
Luigi Lindley Alvarez
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